LA GRATITUD DE UN FILANTROPO

CRUZADAS.

El peruano Jimmy Perez Johnson partió a fines de los años ochenta en busca de un mejor futuro en EE.UU. Su tenacidad lo hizo prospero y el año pasado decidió retribuir ese bienestar por medio de una fundación que llama Peruanitos.  Lleva doce visitas de ayuda y vienen más.

 Por David Hidalgo Vega

Escaleras arriba, sobre una meseta tajada en el cerro, se festeja el fin temporal de la precariedad: las covachas de esteras donde estudiaban los niños de la zona han sido reemplazadas por dos habitaciones de madera, el congestionado silo es ahora un bavo de limpias mayálicas blancas y el crudo cerco perimétrico está reforzado con cemento y pintura fresca. En la parte alta del asentamiento humano Mariscal Castilla, del Rémac, las pequeñas reparaciones son un cambio vital. «Hasta hace poco se colaba la garía y el viento. Tenemos cinco niños enfermos, pero ahora estaremos mejor», dice con tono de alivio Guillermo Eyzaguirre, miembro de la directiva local. El Pronei Amiguitos de Jesús está en el límite de lo urbano, donde las compañías eléctricas no llegan, a la espalda de una calle asfixiada de humos narcóticos. Hasta allá ha llegado Jimmy Pérez Johnson, quien devuelve la plusvalía de su buena fortuna con la Fundación Peruanitos. Hace años viajé a empezar de cero en Estados Unidos. Ahora que es exitoso, quiere ayudar a otros menos favorecidos. La historia parece simple, pero está hecha de pequeños momentos que han cincelado su vida con emoción.

La tuya es la historia de todo inmigrante que empieza de cero.
Bueno, la familia emigré en el año 88 u 89, por razones económicas. Como todo peruano, uno llega allá a trabajar, a estudiar. Y nos toca regresar en algún momento y, comparado a lo que ves allá, te choca ver a niños pidiendo limosna hasta altas horas de la noche. A veces uno se pregunta qué puede hacer. Yo comencé a buscar en EE.UU. una fundación que se dedicara a obras con niños en abandono. Pero las que había no me daban seguridad y yo quería hacer una buena donación. Así que me reuní con los contadores de mi empresa y me dijeron que no quedaba otro camino, había que crear una fundación, con todo lo que eso conllevaba.

Por ejemplo:
Allá las auditorías son muy fuertes y uno tiene que trabajar antes para calificar. Entonces me sugirieron hacer fiestas, actividades. Así llevamos a Dina Páucar, Pedro Suárez-Vértiz, Gian Marco. Decidimos que por cada certamen trabajaríamos un proyecto. Y allá la gente preguntaba si solo ayudaríamos en Lima. Una persona me dijo: «Yo soy de Huánuco. Si te doy una donación, á la llevarías para allá?». Y yo dije que por supuesto. En febrero pasado me llamó una persona de San Francisco y me dijo: «Mire, les quiero dar una donación sustantiva, pero me ayudan a Pucallpa, porque yo soy de allá». Un día antes de salir pregunté si había problema en que nos acompañara. Para nada, nos vinimos. Fuimos a un caserío que se llama El éxito, impresionante porque había muchos niños en extrema pobreza. Repartimos utensilios de higiene, materiales de estudio. Al final esa persona me dijo: «Ahora soy de Peruanitos para siempre, donde esté voy a hablar de la fundacion». Son cosas de este momento de siembra.

 ¿Cómo surgiste en EE.UU.?
Es la misma historia de muchos: al principio encuentras trabajo de todo, menos de lo que quieres. Yo viví en un pueblo muy pequeño que se llama Elizabeth, en Nueva Jersey, donde hay muchos peruanos, y me iba todas las mañanas en el tren a Nueva York para estudiar inglés. Después de unos años, debido al frío, nos mudamos a Miami. Allí empecé con un cirujano plástico que un día me dijo: «Jimmy, me cuesta mucho pagar publicidad, ¿por qué no la manejas tú?». Y yo lo contacté con periódicos y todo. Ahora yo tengo una firma de mercadeo en Los Ángeles, en Beverly Hills, para varios cirujanos. En su gran mayoría son estadounidenses, el mercado hispano es muy interesante para ellos.

¿Cómo te decidiste a traer ayuda hacia el Perú?
Yo estaba muy concentrado en el avance personal, de la familia. Luego me pregunté: ¿Si estoy haciendo esto para algo tan trivial como la cirugía plástica, por qué no hacer algo de responsabilidad social? El problema es que no podía darle forma y estaba el tema legal, que es complicado. Pero había que tomar una decisión y la tomé. Empezamos con los Centros Preventivos de la Policía Nacional en Salamanca, San Juan de Miraflores, Zarumilla. En menos de dos años, llevamos 12 proyectos, cuatro o cinco grandes eventos, tres cenas de gala para recaudar fondos. Al margen de esto, lo que queremos es dar un ejemplo. Hace poco me llamó un empresario mexicano que tiene una cadena de locales de espectáculos y me dijo: «llamo para decirles que tengo unos lugares y quiero ponerlos a disposición de la Fundación Peruanitos». Entonces me contó que él veía los mismos problemas en su país y quería saber cómo lo había hecho. Hemos quedado en reunirnos y transmitirle lo que ahora sabemos, el know how.

Otros peruanos de éxito han querido hacer lo mismo y no pudieron. 

He conocido a varios que me han aconsejado, porque en su momento por trabas burocráticas no pudieron hacer nada. Hay muchos que quisieran darme desde bicicletas hasta equipos médicos, frazadas. Pero me toca explicarles que la aduana es todo un tema, que demora meses, mientras que un giro bancario llega en una hora y se invierte al 100%. Y no solo vale como donación, sino que se inserta en la economía nacional. Por ejemplo, compramos buzos en Gamarra para llevar a Puno, y para la obra del Rómac compramos módulos en Villa María del Triunfo. Osea que damos trabajo y hacemos un poquito de patria. Es como una cadena muy positiva.

Acá se mostró mucho una foto tuya junto a Maju Mantilla y Paris Hilton. Estás en un lugar preciso para generar opinión pública.
Bueno, sí, estoy en una ciudad donde en una cafetería me puedo cruzar con una celebridad. Me ha pasado varias veces. Y cuando me dan la oportunidad, les hablo de la fundación. En este momento toda la atención está enfocada en África, con todo eso de Angelina Jolie y otros. Pero hay personajes que están estudiando la posibilidad de venir al Perú para acompañarnos. Eso lo vamos a ver en un futuro. A propósito del último festival, los artistas que nos acompañaron hicieron una canción que va a ser transmitida a partir de setiembre. Y también tendremos un programa que saldrá por varias cadenas de EE.UU. Es el resumen de un año y medio de trabajo.

¿Cuál ha sido la experiencia más emotiva en este tiempo?
Son múltiples. Recuerdo una visita a un centro para niños en riesgo en Trujillo. Llegamos para mi cumpleaños, 25 de mayo. Un niño se me acercó y le pregunté cuándo era el suyo: me dijo que no conocía a sus padres y no sabía cuándo había nacido. Le dije: «Qué te parece si a partir de hoy este día es tu cumpleaños, cosa que lo compartimos juntos, yo me acuerdo de ti y tu te acuerdas de mí». Me dice: «¿Puedo?». «Claro, abajo hay una placa que vamos a inaugurar y cuando mires esa placa, acuérdate de que es tu cumpleaños». En EE.UU. me preguntan si fui abandonado o violado de niño como para que me conmuevan tanto estos casos. Y yo digo que no, tuve una familia muy bonita.

A lo mejor un momento duro de cuando emigraste.
Si me preguntas por una experiencia traumática, pues no. Lo que pasa es que mi padre, cuando me fui para EE.UU., me dijo: «Jimmy, si vas a ser lavaplatos, sé el mejor lavaplatos del mundo». Yo fui camarero por mucho tiempo y lo hice con mucha pasión. Trabajé en el ‘room service’ de un hotel, que era para llevar comida a las habitaciones. Pasé a entrenador, luego a supervisor, manager, y un día viene el gerente de comidas y bebidas y me dice: «¿Sabes qué? Entre los quinientos trabajadores del hotel has sido elegido el empleado del año». Yo no lo esperaba, solo seguía el consejo de mi padre.

¿En qué momento decides saltar al negocio propio?
Es que soy una persona muy extrovertida. Dios te da el talento y tienes que manejarlo. Para esto de los cirujanos yo pensé que ya existía el servicio, pero no, las grandes agencias tenían esquemas, pero nada que solo se dedicara a la cirugía estética. Y es una actividad que no cubren los seguros, que se paga al contado y es costosa. Cada vez que alguien se hace una cirugía es como si se comprara un carro. Entonces, necesitan mantener esas salas llenas. Fui uno de los pioneros en manejar la imagen de cirujanos plásticos. Ahora salen en series de TV. Y, bueno, la idea de Peruanitos salió de una reunión con ellos.

¿Cómo así?
En una junta les dije: «¿Qué le falta a esta compañía? Tenemos todo: presencia en el mercado, hemos operado a reinas de belleza, artistas. ¿Pero hemos hecho algo por la comunidad?». Y uno me responde: «Jimmy, estamos en Beverly Hills, acá la gente no está para que la ayuden». Entonces los hice pensar en qué hacía la comunidad de allá, donde hay artistas que viajan, van a África y todo eso. Les propuse hacer lo mismo en Perú. Quedaron encantados, me ofrecieron venir a operar gratis y todo. Después de un año y medio, ha sido todo un éxito. Hay muchos que piden venir.

Hace un rato comentaste que estás estudiando. ¿Cómo te organizas?
Soy ordenado, me planteo metas a corto y largo plazo. Duermo cinco o seis horas. Me levanto a las 5 de la mañana y durante un par de horas contesto e-mails de todo el mundo. Por la noche estudio de siete a diez. A veces quisiera que el día tuviera 36 horas, pero, bueno, hay una motivación tan grande dentro de mí. Veo el futuro, lo siento, puedo tocarlo. Por eso la misión de esta fundación es que, si de aquí en veinte años alguien dice que la ayuda que le dimos ahora le cambió la vida, pues habrá valido la pena. Soy un soñador realista. Quisiéramos hacer colegios, hospitales. Algún día.

LA FICHA:
Nombre: Jimmy Pérez Johnson.
Profesión: Relacionista público, empresario.
Trayectoria: Estudió tres años de Educación en la Universidad Garcilaso de la Vega de Lima. Emigré a Estados Unidos a fines de los años ochenta. Actualmente es dueño de una empresa de relaciones públicas y lleva una maestría en Administración de Negocios. Preside la Fundación Peruanitos (www.peruanitosfoundation.org) desde su creación el año pasado.

LA GRATITUD DE UN FILANTROPO
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